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Orden de San Bruno

Fundada la Orden de los Cartujos en 1084

Orden cotemplativa dedicada al silencio y toda su existencia a Dios..

Fundada en 1084, la Orden de los Cartujos es actualmente una de las órdenes más antiguas de la Cristiandad. Fue Bruno, nacido en Colonia cerca del año 1030, quien la fundó. Profesor muy estimado de la escuela aneja a la catedral de Reims, a la que dio fama europea, se encontraba en la cumbre de esta celebridad cuando decidió seguir lo que consideraba su verdadera vocación : dejar el mundo y los honores para vivir sólo para Dios y " abrazar la vida monástica ".

Con seis compañeros y después de varios intentos que no le satisficieron, llegó a Grenoble, atraído por la reputación del joven obispo reformador, Hugues. Pero éste había visto a Dios en sueños que construía para su aureola una morada en el centro de una montaña llamada " Chartreuse ", lugar muy poco habitado que se llamó " desierto " ; siete estrellas le indicaban el camino.

Hugues vio en la llegada de Bruno y de su seis compañeros la respuesta de la Providencia a este sueño misterioso. Allí fue a donde condujo a sus visitantes. Fue en junio de 1084 cuando Bruno reconoció en este sitio solitario el lugar que estaba buscando.

Se construyeron de modo rápido celdas de madera. Una galería las unía a una capilla y a algunos edificios destinados a la vida comunitaria, ya que Bruno pensaba que era necesario asociar al rigor de una vida solitaria un elemento importante de la vida fraternal y comunitaria. Fue esta asociación la que haría la principal originalidad de la Orden de los Cartujos, que nació así.

Después de seis años de vida en Chartreuse, y por el renombre de su fama, Bruno fue llamado por el Papa Urbano II, uno de sus antiguos discípulos, para ayudarle con sus consejos. El Papa no le retuvo mucho tiempo en la corte pontifical y, consciente de la vocación profunda de Bruno, le consiente crear un nuevo retiro de silencio y de soledad en Calabria donde se retiró y murió el 06 de Octubre 1101.

No se escribió ninguna regla de la Orden en aquel momento: se conformó según las costumbres simplemente instauradas por Bruno y sus compañeros. Fue Guighes, quinto prior de la Orden, quien emprendió la tarea de redactarlas cerca del año 1125. En efecto, otros monasterios de "Cartujos" fueron fundados y era necesario dejar por escrito el fruto de las inspiraciones de Bruno.

Hoy en día, el conjunto de los veinticuatro monasterios que hacen brillar el espíritu cartujano observa los Estatutos de la Orden Cartujana promulgados en 1989 después de la puesta a punto solicitada por el Concilio del Vaticano en primer lugar, por la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico, y después de modo que se preservará el gran ideal de Bruno en el mundo de hoy.

A la vez que detallan el modo de vida del monje, estos Estatutos comunican el espíritu que es la base de la vida solitaria : el silencio de la celda, el rezo continuo, el trabajo humilde y pobre, pero también la vida fraternal, el rezo litúrgico en común, la obediencia tanto al superior de la casa (el Prior) como al Cabildo General que toma todas las decisiones que atañen a la vida de la Orden.

Los Cartujos son contemplativos que dedican, en el silencio, todo su existencia a Dios, a su escucha. Su vocación se desarrolla bajo dos formas :

- Los Padres son sacerdotes es decir que han recibido el sacerdocio. La mayor parte del tiempo, viven en el silencio de su casita llamada "celda".

- Los Hermanos, además de su vida contemplativa, ejecutan las obras necesarias para la vida del Monasterio. Estos dos modos de vida del Cartujo son muy complementarios, bajo el signo de la búsqueda común de Dios, en un ámbito de vida muy solitaria.

La soledad del Cartujo no es una dimisión ni un abandono, sino la elección de un espacio de libertad, en que se expresa plenamente el don de sí mismo, a favor de la humanidad, y en que se alza permanentemente un rezo universal. Así, en nuestro mundo moderno, que cambia continuamente, la Orden de los Cartujos afirma siempre desde los primeros pasos de Bruno en las montañas de Chartreuse, una búsqueda universal, un ideal de verdad y una plenitud interior. La búsqueda del hombre entero, del hombre de todos los tiempos.



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